¿Quién llora por nosotras?

26.08.2025


¿Por qué nuestras muertes no cuentan?

¿Por qué cuando matan a una trabajadora sexual, no aparece en las estadísticas? ¿Por qué nuestros nombres se pierden, nuestros cuerpos se esconden y nuestras muertes no cuentan?

Cuando agreden, violan o asesinan a una mujer que trabaja en la calle, en un piso o en un club… ¿importa menos? ¿No somos mujeres también? ¿No merecemos la misma protección, el mismo duelo, la misma justicia?

Hay cosas que ni siquiera se registran. Que no saldrán en los telediarios. Que no ocuparán titulares. Solo las comentamos entre nosotras, en silencio, por WhatsApp: "Una compañera desapareció", "a otra la golpearon", "encontraron a una muerta en tal sitio". Son historias que se apagan sin ruido. Y mientras tanto, seguimos trabajando con miedo.
Estamos muriendo, y nadie hace nada.

Parece que cuando se trata de una trabajadora sexual, la historia cambia. Se habla de "ajuste de cuentas", de "muerte sospechosa", de "peligros del oficio". Y así se cierra el caso. Se borra. No se investiga igual, no se busca al culpable con el mismo empeño. Porque se parte de una idea cruel: que de alguna manera lo merecíamos. Que sabíamos a lo que nos exponíamos. Que si elegimos (o fuimos empujadas) a trabajar así, ya no tenemos derecho a la seguridad, al respeto, a la vida.
 ¿Siempre fue así? ¿Siempre se nos ha visto como descartables, como menos humanas?

Y nos preguntamos: ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo vamos a vivir —y morir— en los márgenes, sin derechos, sin voz, sin protección?

¿Cambiaría algo si se legalizara el trabajo sexual? ¿Tendríamos más herramientas para denunciar? ¿Podríamos acceder a la justicia, a la sanidad, a un entorno más seguro? ¿Nos verían como ciudadanas completas?

Nosotras no queremos ser invisibles. No queremos seguir enterrando compañeras sin que nadie pregunte qué pasó. No queremos seguir escuchando excusas cuando pedimos ayuda. Queremos vivir. Queremos trabajar seguras. Queremos que nuestras vidas —y nuestras muertes— importen.

Detrás de cada mujer asesinada hay una madre, una hermana, una hija, una amiga.

Familias que muchas veces ni siquiera reciben respuestas. Que tienen que enterrar en silencio a una mujer que amaban, mientras el resto del mundo mira hacia otro lado. 

A veces ni se les permite nombrar lo que pasó. El estigma no solo nos mata a nosotras —también borra el dolor de quienes nos lloran.

 
Fernanda Souza



¡Crea tu página web gratis!